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Después de la
conquista de Tenerife, pocos fueron los colonos que se establecieron
en las bandas del Sur. Allí la tierra no ofrecía
los atractivos del fértil Norte sin embargo, unos banqueros
genoveses que participaron económicamente en la campaña,
solicitaron para establecerse las tierras del Valle de Güímar
territorio central del gran Menceyato guanche de Goymar. Los
banqueros, dos hermanos denominados Juan Felipe y Blasino Romano
o de Inglesco, accedieron a la concesión de la data de
terrenos en el año 1500, fecha en la que podemos situar
el principio de la andadura histórica del actual pueblo
de Güímar. La casa de La Raya, también conocida como Casa de Vargas, debido seguramente a que fue este controvertido funcionario su fundador, es un inmueble en cualquier caso vinculado a su persona o a la de sus descendientes: su hijo Don Diego de Vargas o su nieto, Don Fadrique de Vargas. La Raya es en la actualidad el nombre de un camino que conduce desde el Barrio de La Hoya, en Güímar hacia el monte. Se trata de una calle caracterizada por una serie de construcciones muy antiguas datables por su tipología en los siglos XVI, XVII y XVIII. Justo en el punto donde la calle se convierte en camino encontramos el emplazamiento de la Casa de la Raya. La zona concentra varios intereses. Por desgracia, los documentos que nos hablan del lugar han desaparecido con la destrucción de la biblioteca de la casa. No obstante el testimonio de los topónimos es ciertamente revelador. El topónimo La Raya, nos indica que este lugar tenía una significación notable. Como rayas se han denominado tradicionalmente las lindes o fronteras entre términos o territorios vinculados a núcleos de población diferenciados. Por otro lado en el entorno de La Raya encontramos otros topónimos que evidencian la riqueza de contenidos históricos del lugar. Ese es el caso del actualmente denominado "Luchón de los Guanches". Un terreno plano situado en la cima de un risco que emerge a modo de islote en el Barranco de Chacaica. El risco se denomina en ocasiones Risco de La Menora, aunque también es normal referirse a él simplemente como El Luchón. Es común interpretar el topónimo Luchón como equivalente aborigen de los actuales terreros, no obstante la palabra viene de la evolución del vocablo guanche Auchón "como la situación de todos los mal llamados "barranco de Anchón" (pronunciación vulgar de "Barranco del Anchón"), que tantas confusiones han creado a algunos escritores modernos. Todos ellos, como el de Güímar y el de Guía de Izora (sic), ofrecen siempre esas dos características: cuevas naturales más o menos modificadas con utensilios de piedra restos de hogares utensilios, y barrancos de agua permanente o al menos eres o charcas con caudal temporal de agua". Como se desprende de la cita, El Luchón no denomina tanto a la planicie de la cima del risco, como a las numerosas cuevas de los contornos. En una de las datas que se conceden a Diego de Torres, uno de los fundadores del término de Arico, volvemos a encontrar el Auchón del Barranco de Chacaica: "El 13 de Junio de 1509, le fue dado en repartimiento, también en Güímar, un cahíz de tierra de sembradura, lindando con el barranco del anchón de las cuevas de Ticaica y por abajo un drago, con aclaración de que el anchón tenía su mejada para ganado; un asiento de colmenas en el referido y 6 fanegadas de tierra, donde estaba una sabina grande." Cerca del risco pasa un antiguo camino que comunica La Raya con Chacaica atravesando el Barranco. En ocasiones hemos oído denominarlo Camino de La Menora. Otro de los intereses de este lugar es el que le confiere la presencia del Canal del Río, uno de los primeros canales construidos para llevar el agua del Barranco del Río, en San Juan, hasta el casco del pueblo. Este canal que data de las primeras décadas del presente siglo, sustituye muy probablemente a anteriores conducciones, así lo atestigua la presencia en las cercanías del Barranco de Chacaica de antiguos molinos de agua. Adosado al propio Risco de La Menora o del Luchón encontramos las ruinas de uno de ellos. A lo largo del tiempo
la casa fue teniendo sucesivas reformas y ampliaciones. Una de
las más significativas fue la efectuada a mediados del
Siglo XIX. En ese periodo la casa había pasado a ser propiedad
de la prestigiosa familia Baulén, emparentada con las
más nobles y antiguas familias de la isla. El objeto de
las obras era adecuar el viejo inmueble para su uso como hotel,
especialmente dirigido a los enfermos y personas delicadas del
pulmón. La reforma terminó de darle su aspecto
definitivo a la casa, dotándola de una galería
acristalada y de una preciosa fuente en el patio central. Esta
vertía sus aguas a un estanque inferior decorado con esgrafiados.
En la propia fuente podemos leer una fecha que nos indica la
época en que se efectuaron las obras: 1866. Los artífices
de la reforma intentaron suplir la falta de simetría de
la fachada, diseñando a base de esgrafiados, fingidas
ventanas en donde no existen. Los alrededores de la casa aún conservan un especial encanto. En el barranquillo que la circunda, destaca la presencia de una serie de dragos, uno de los cuales tiene especial longevidad. Por su aspecto nos atrevemos a señalar que podría tratarse del mencionado en la data a Diego de Torres, anteriormente citada. Los dragos (dracaena draco) son una especie vegetal reliquia del Pleistoceno. De una época más reciente se conservan algunos interesantes ejemplares arbóreos. Son los restos del parque que decoraba la fachada de naciente. Destacan la fruta huevo y la aromática pomarrosa. Ambos evocan un tiempo en el que la Casa de La Raya constituía un enclave elegante y espléndido. Entre las dependencias anejas a la casa nos llama poderosamente la atención la estufa destinada al secado de la cochinilla. Representa una reliquia por su peculiaridad y porque puede ser considerada el símbolo de una época marcada por el cultivo y comercio del insecto tintóreo: la cochinilla es un parásito del cactus llamado tunera, nopal, penca, chumbera, etc. Esta especie se introdujo desde América hacia el siglo XVII y hoy forma parte inseparable del paisaje vegetal de las Islas Canarias y zonas del sur de la Península. Precisamente fue Don Isidro Quintero Acosta, nacido en Güímar quien introdujo este cultivo en las Islas. La cochinilla se recoge de la superficie de las hojas de la penca, se seca, se muele, se refina y se obtiene de ella un tinte púrpura que tuvo gran importancia económica hasta la introducción de los colorantes sintéticos, especialmente los tonos púrpuras y violetas, hacia finales del siglo XIX, que hizo caer en picado el precio de la cochinilla y acabó con su explotación comercial hasta hoy. En los últimos años ha habido un pequeño resurgir de la producción de cochinilla, especialmente en la isla de Lanzarote, debido a la demanda creciente de tintes de origen natural sobre todo en la industria cosmética. |
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